El GR -10. Una ruta de senderismo salvaje.

De PUZOL a ORIHUELA DEL TREMEDAL.

254 kms de travesía. + 8.320 mts de desnivel. 20 poblaciones. 3 provincias.

Una media de 9 a 11 horas de caminata diaria.

La idea de llevar a cabo esta travesía nació de la necesidad de poner mi cabeza en su sitio, aclarar ideas y desconectar de los problemas psicológicos y emocionales sufridos durante todo el verano, motivados por mi situación de divorcio.

Mis hijas me inyectaron la idea de llevar a cabo una expedición por el Camino de Santiago (ruta demasiado comercial para mí y con demasiados problemas logísticos que controlar).

Vicente Nicolau me había metido en la cabeza la idea de llevar a cabo alguna ruta por los senderos del GR. 

Para colofón, acababa de leerme el libro de Juanjo Alonso el Kapi  «La vuelta al mundo en bicicleta«, un libro inspirado en un viaje infinito de soledad por los 5 continentes que me introdujo en un subconsciente de abstracción total en libertad absoluta, cuyo objetivo es encontrarte a tí mismo.

Decidí ejecutar la idea y empecé a preparar el viaje en modo vivac (autosuficiencia). El GR-10 era perfecto porque sale desde Puzol (donde incluso podía acudir andando desde casa). La fecha de inicio vino determinada por una expedición paralela entre Puzol y Serra organizada por la sección de Trail de C.A. Poblats Marítims con salida el día 12 de septiembre desde el polideportivo de Puzol, a la que decidí unirme.

Compré una mochila de 1,4 kgs de peso (lo más ligero que encontré) con 70 l de capacidad y una tienda de campaña de 2 plazas ligera (pues no tenía claro que pudiese encontrar alojamientos en todas las etapas de la ruta, como efectivamente sucedió)

Contenido de la mochila para la expedición:

Ropa de invierno: chaquetón azul FEDO, pantalón manga larga de trekking y cortavientos Valencia-O.

Ropa interior: 3 calzoncillos, 3 pares de calcetines, 3 camisetas, 1 pantalón de atletismo, 1 pantalón de orientación, 1 gorra, 1 mascarilla no desechable y unas mallas de compresión. Dos pares de zapatillas de trail y unas minimalistas.

Artilugios: Machete, frontal, brújula y silbato.

Logística: Saco de dormir, tienda de campaña, esterilla, palos trekking, ducha portátil, mapas del GR-10, cargador pórtatil móvil y teléfono, botiquín rogaine con lo básico, pastillas potabilizadoras de agua, gel de ducha, pomada antiinflamatoria y paracetamol, cepillo y pasta de dientes.

Avituallamiento: bolsa de 3 litros de agua, frutos secos, fruta desecada, vitaminas en pastilla, sales minerales de disolución en agua, geles energéticos, barritas energéticas, dátiles y plátanos.

Documentación: DNI, tarjeta de crédito y 2 billetes de 50€.

Peso aprox.: 16 a 19 kgs según carga de agua y comida.

Hice una ñapa para poder ajustar la bolsa de agua a la mochila, 2 mosquetones por arriba enganchaban la bolsa y un agujero por la espalda para pasar el chupador.

Etapa 1. Puzol – Gátova.

Salimos desde el polideportivo de Puzol a las 7:00, antes de coger el GR-10 en Mas del mur, mis compañeros de C.A. Poblats Marítims habían desaparecido (ellos hacían la ruta Puzol – Serra en modo trail para el Xtrem Gr-10).

Iba subiendo viendo y explorando a mi alrededor extasiado por la nueva aventura que acababa de comenzar hasta el Collado de Luna (que permite ascender hasta la Cruz del Monte Picayo). Giré a la izquierda para encaramar el primer punto complicado de la jornada (el pas dels borregos), una pequeña trepada que ya había hecho con Vicente Nicolau antes del confinamiento, con unas vistas impresionantes (desde donde tomé mi primera foto de la expedición).

Durante el descenso a Santo Espirítu me pasó una peña de más de 30 ciclistas que me obligó a pararme y observar. Tomé el desvío para ascender el Coll del Águila, una senda muy estrecha con la que me crucé de cara con un ciclista que bajaba. No sé cómo pudo llegar hasta ahí en bici, quedé perplejo.

Senda a Santo Espíritu

Hice el descenso a Segart, me desvié un poco de la ruta, y poco después acudí a la fuente a tomar mi primer descanso de la jornada (tras 3 horas de ruta), llené la bolsa de agua y comí un plátano y varios dátiles, para encarar lo más duro de la jornada (la subida al garbí).

Segart

Decidí subir al garbí por «la pedrera» en vez de por «las cadenas», en contra de lo que hicieron mis compañeros del club. El motivo, que por las cadenas ya había subido 3 veces y no me seducía nada subir con los 20 kgs de peso de la mochila por ahí, el camino de la pedrera no lo conocía. La pechada final fue guapa también.

Pico del Garbí

El descenso del Garbí hasta Serra ya lo conocía por una senda espectacular muy chula que baja hasta Font Umbría, y que invita a hacerla corriendo en vez de andando. Comí en Serra un bocadillo y pedí otro para la cena, aproveche para cargar el móvil que iba grabando con el Strava.

Tras comer, inicié el ascenso al «Collado de la Pobleta» bajo unas temperaturas agresivas y recién comido (escogí atacar el GR-10 por la variante sur por pasar por Serra a comer, además la norte llevaba idea de hacerla en la segunda etapa del Xtrem con C.A. Poblats Marítims, y de esta manera completar las 2 rutas).

Collado de la Pobleta

Impresionante la senda del GR-10 en su variante sur a curva de nivel, espectaculares vistas de Portacoeli allá abajo, impresionantes vistas. Es una de las zonas del GR-10 que me ha dejado impresionado, al punto que esa ruta tengo en mente hacerla corriendo.

De ahí al «Collado de Morería» y de ahí a la fuente del Poll a reponer la gárrafa de agua y descansar minimamente antes de afrontar la pista de camino a Gátova.

Font del Poll

No tenía claro si llegaría a Gátova a tiempo, tenía constancia de la existencia de manadas de jabalíes en las cercanías de Gátova y que concretamente se movían por el GR-10, lo de andar de noche lo descarté por ese motivo. Llegué al «área de recreo Tristany» tras un tedioso paseo por pista forestal donde me crucé con un ciclista. La fuente estaba seca.

Área recreativa tristany

Me adelantaron 2 corredores que bajaban a Gátova, les pregunté si estaban haciendo el «GR-10 Xtrem» y me dijeron que no.

–  «Estamos entrenando, en media hora llegamos a Gátova, quedan 5 kms«

Me tranquilicé al ver lo poco que quedaba para Gátova. Pero el destino juega malas pasadas. Unos 500 mts despues, ví el desvío del GR-10 que marcaba 9’9 kms a Gátova y descendía por una senda hacia el barranco adentrándose en el bosque.

Dificil elección, bajar por pista forestal cómodamente a Gátova antes de caer la noche, o jugármela por el GR-10 a encontrarme con algún jabalí cara a cara. No hubo mucho que pensar, estaba ahí para hacer el GR-10 y no pensaba desviarme de la ruta 1 sólo metro, así que me salí de la pista y me lancé barranco abajo a por los 9’9 kms.

Bajé por la vaguada (senda poco visible) y me adentré en el bosque que oscureció claramente la ruta, ví la hora que era y me entró el pánico. No quedaba otra, a correr.

Me puse a correr con los 20 kgs de la mochila a la espalda, silbando de vez en cuando para espantar a cualquier posible animal. La senda era preciosa, de las que hay que hacer corriendo y disfrutando cada metro (de hecho la repetiré corriendo en la segunda etapa del GR-10 Xtrem con los compis de C.A Poblats Marítims). El estrés me hizo correr y sudar, en los repechos tiraba de los palos con fuerza. Finalmente salí del bosque y seguí por un camino, estaba completamente fundido. Una santa locura lo que hice, pero cuando la cabeza tira más que la musculatura, el cuerpo reacciona por inercia.

Llegúe al Mojón de Santa Lucía y por fin, allá abajo a lo lejos, divisé Gátova, satisfacción máxima y aún me esperaba lo mejor, no de la ruta, sino de toda la travesía en los 9 días.

Gátova

El descenso era por unos senda muy técnica, fuí controlando con los palos (para mejorar la técnica de descenso), hasta salir de allí y pillar una pista asfaltada por la que subían dos mujeres paseando. Les pregunté por algún alojamiento en la población y me envíaron a unas casas rurales.

Llegué hasta las casas preguntando. La mujer que me atendió me dijo que no tenía disponibles habitaciones sueltas por lo que tenía que alquilarle un apartamento por 50 € la noche, por el tema de la Covid-19. La mandé a paseo y fuí en busca de mi última opción, una mujer que alquilaba habitaciones en el centro del pueblo.

Necesitaba ducharme y descansar tras la dura jornada, casi un maratón con 20 kgs a la espalda, los hombros destrozados de dolor por el peso (dolor que me duró dos días más).

Al llegar me encontré dos ciclistas que entraban en el hostal, y a la dueña. Ésta me dijo que no había posibilidad de alquilarme una habitación ya que le salía muy cara la limpieza del piso de abajo por el tema Covid-19, y en la planta se alojaban dos mujeres.  Insistí e insistí pero no había manera de hacerla entrar en razón. Estonces escuché a una de ellas desde dentro, que dijo que a ellas no les importaba compartir el baño y que me dejase alojarme.

Decídimos desinfectar nosotros mismos el baño tras cada ducha con un dispersor desinfectante que nos facilitó la dueña. Al entrar divisé que eran las 2 cicloturistas que había visto entrar. Les agradecí enormemente el detalle que tuvieron. Nada más conocerlas ya me quedó clara la buena conexión con las dos (Elena y Aurora), (son de esas cosas que no se pueden explicar, pero que te dan buenas vibraciones, vibraciones muy positivas).

Superé el momento de desconcierto, se ducharon ellas primero (venían en bici desde Valencia), yo intentaba mandar ubicación a mis hijas y hacer transferencia de la habitación porque no cogían la tarjeta de crédito.

Me duché y al bajar estaban tomándose un vinete en el bar y me uní a ellas . Estaba filipando tal cual, después de la jornada que había llevado, no podía creer que hubiese encontrado alojamiento y estar tomando un vino y unas bravas con dos deportistas con tanta naturalidad y buen rollo, como si las conociese de toda la vida.

Nos fuimos luego a cenar, compartiendo cena.  Una sopita fenomenal que preparó Aurora. Yo sólo pude ofrecerles un cacho del bocata de atún con olivas que hice en tres trozos y frutos secos. Velada maravillosa de xarreta.

Caí rendido en la cama.

Etapa 2. Gátova – Sacañet.

Me desperté a las 8:00. Habíamos quedado para desayunar juntos los tres. A esa hora no sabía aún que me iba a enfrentar a la más dura de todas las estapas de la expedición.

Desayunamos, salimos del hostal y aprovechando que no había un alma en la calle, nos hicimos un selfie antes de colocarnos las mascarillas. Ellas iban a subir al Pico del Águila, yo a cascarme 32 kms hasta la siguiente población (Sacañet).

Cargué a tope la bolsa de agua en la fuente de los 15 caños, la etapa era de unos 32-34 kms sin una sola fuente ni población intermedia para avituallar, excepto el Santuario de la Cueva Santa a 20 kms, donde habían fuentes y un bar donde comer. La ruta me marcaba unas 5 horas y media hasta allí.

Fuente 15 caños 

Tenía por delante (según había leído) unos 30 kms de paisaje desolador por el incendio de Andilla de 2012, a pleno sol y sin una sola sombra. Nada más salir de la fuente caí en la cuenta que la gorra me la había dejado en el hostal, Aurora y Elena ya habían salido con las llaves y no había forma de entrar a recuperarla.

Hice toda la subida hasta Fonfría por dentro de un bosque frondoso y muy bonito, pero con un desnivel agresivo. Al llegar a la fuente decidí refrescarme y hacerme una gorra casera, tuve que usar uno de los calzoncillos y hacerme un turbante en la cabeza, no me seducía caer de insolación con tantos kms de por medio hasta Cueva Santa.

Fonfría

Enganché un camino que duró unos 5 kms. Aproveché para disfrutar de las impresionantes vistas al sur de la Calderona, donde muy a lo lejor se divisaba la población de Alcublas. Maravilloso. Allí me crucé de cara al único ciclista que iba a ver en toda la jornada.

Arriba y abajo, arriba y abajo, así transcurrían las horas. A partir de las 12:00 el sol empezó a apretar con fuerza, empecé a dosificar el agua para poder llegar a Cueva Santa medio hidratado, por el solano y la falta de sombras, y las ingles irritadas al máximo.

Me dejé caer desde el «Collado del Hontanar» por una senda llena de pinchos por todas partes siguiendo los palitos del GR-10. El incendio ha hecho crecer coscoja, romero  y pinchos.

Collado del hontanar

Finalmente llegué al desvío hacia Cueva Santa, eran unos 2 kms de desvío, bajé motivado a descansar y comer y beber. Eran las 14:00 horas.

Lo primero que me encontré es el Santuario cerrado a cal y canto, aun siendo domingo. Lo segundo el bar cerrado por obras. Lo tercero, todas las fuentes sin agua por la Covid-19. Y así deshidratado, sin agua y con un solano que caía a plomo, me cuestioné si abandonar ahí mismo la expedición. Me quedaban 12 kms hasta Sacañet, más los dos kms hasta el desvío.

Pero igual que el día anterior (con Elena y Aurora), se me apareció un ángel y no sería el último de ese día. Un matrimonio iba paseando por el vía crucis, les expliqué mi situación y si sabían de alguna fuente o bar cercano. Se ofrecieron a darme una botella de 1,5 litros bien fresca que llevaban en el coche, la vacié entera en la bolsa del agua bendiciéndoles con agradecimiento su ofrecimiento.

Abrí la mochila para coger un plátano y varios dátiles, y zas, me apareció la gorra al fondo de la mochila (milagro). Sin descanso inicié el ascenso hacia el GR-10 por el vía crucis pensando que el agua tendría que dosificarla. Parar a hacer el descanso de la comida era consumir agua que necesitaba para llegar a Sacañet.

Vía crucis cueva santa

La salida de la Cueva Santa era igual que la entrada. Una senda muy fina a curva de nivel por toda la sierra llenita de pinchos, me hice polvo las piernas.

Iba ya muy cansado cuando me encontré un cartel que anunciaba Sacañet a 6,5 kms en un desvío que se introdujo en una senda infinita por los campos desolados. Paré a descansar un rato, actualizar el Strava y tomar un selfie. Iba destrozado por los kms, la soledad, el solano y el peso de la mochila.

Sudado y cansado hasta la médula llegué a Sacañet sin agua, sobre las 19:30. Nada más entrar en el pueblo hice la parada en la fuente para cargar agua, refrescarme y beber. Pregunté por algún bar, para resarcirme del mediodía, y al llegar al bar, el propietario estaba cerrando. Adiós a una cena decente.

Sacañet

Pregunté por el alcalde a ver si podía facilitarme algún lugar donde pasar la noche y ducharme (ya por e-mail se habían mostrado receptivos), no habían alojamientos de ningún tipo en la población.

Lo primero que me dijo fue:

– «¿Que opciones tienes si no te facilito alojamiento?«

– «Irme a un campo de almendros y plantar allí la tienda de campaña para que la guardia civil no me multe«.

Me abrió el local de la asociación de vecinos, con luz y aseo. Llevaba las ingles en carne viva del rozamiento y el calor de la jornada (más la suma de la jornada anterior). Me dí una buena ducha de agua fresca, lavé bien la ropa en la pila y cené frutos secos variados de la bolsa y pipas peladas (que contienen gran cantidad de magnesio para los calambres).

Sin conexión a internet me aburrí sin saber que hacer, eché el saco y dormí plácidamente, en una población donde ni los mosquitos hacían ruido. Sin poder hablar con mis hijas ni comunicarme con ellas ni con nadie, (duro castigo psicológico despues de no cruzar una palabra en todo el día más con el matrimonio del santuario y el alcalde) y así se me cerraron los párpados sin apenas darme cuenta.

Como dije antes, la jornada más dura de los 9 días de travesía.

Etapa 3. Sacañet – La Cervera.

Desayuno: pipas peladas y barritas energéticas. El bar no lo abrían hasta las 10:00, así es que hice marcha soñando que hubiese algo abierto en Canales.

Me dí una ducha con agua caliente para tonificar el cuerpo, recogí, y dejé la casa en el mismo estado que me la ofrecieron.

La mañana salió fresquita, el objetivo de la jornada era almorzar o desayunar en Canales (a 4 kms), comer en Andilla y aprovisionarme de comida y medicinas (talco o algún desirritante y relajantes musculares para los hombros y la espalda que ya empezaba a dar pinchazos por el peso de la mochila) y buscar alojamiento en Abejuela (si llegaba) o en La Cervera (que tenía peor pinta según el mapa). Pero nada salió como esperaba.

Empezaba la jornada con un largo pero bonito ascenso de unos 4 kms hasta la Cantera de la Bellida de donde son famosos los ventisqueros. Al poco de empezar me sonó el telefono y me empezaron a entrar en tropel todos los whatsapps del día anterior y los comentarios del facebook. Era Cristina, estaban todos nerviosos (mis padres y mis hijas) por no haber dado señales de vida, como buenamente pude (porque la cobertura era pésima) le dije que estaba bien, y continué la ruta por una senda que me atrapó como una telaraña.

Ventisquero

Disfruté de los ventisqueros en lo alto de la cima y del descenso hasta Canales. Al llegar a Canales, descubrí un pueblo fantasma, ni bares, ni tiendas, ni panadería, ni gente, ni animales. Cargué agua en la plaza, paré a descansar y continuar dando de nuevo buena cuenta a los frutos secos variados, y mandé algún whasapp tras actualizar el strava.

Canales

Siguiente destino: Andilla, el final del GR-10 Xtrem. Ascendí al Collado de la Salada, iba advertido que el descenso hasta la unión con el GR-7 era muy empinado. Me llenó de satisfacción encontrarme en el punto donde se unen el GR-7 y el GR-10. Estaba bien señalizado.

Collado de la Salada

Tenía por delante 5 kms de descenso que luego tendría que ascender por el GR-7, por un sendero paralelo al río Andilla. Atravesé un pequeño arroyo que cruzaba la senda, por fin algo de agua, de nuevo la vegetación de pinos altos donde el incendio no llegó. En resumen un descenso que disfruté paso a paso, por el agua, la senda, la bajada y la vista del pueblo al fondo y lo motivado que me encontraba.

Andilla

Al llegar a la fuente del señor, hice parada y tomé alguna foto en el area recreativa, aproveché para actualizar el strava y el facebook y relajarme un poco.

Área fuente del Señor

Continué la marcha hacia Andilla, divisando desde la senda una bonita cascada que ofrecía el río Andilla, justo a mi izquierda. Iba con pies de plomo buscando el cruce por el que tenía que ascender por la tarde. Me causaba estrés confundir el GR-7 con el GR-10 ya que las pinturas son las mismas, y tomar el GR-7 por confusión.

Cascada río Andilla

Nada más llegar a Andilla, pregunté por alguna tienda, frutería o panadería donde poder comprar alimento, sin éxito. Fui directo a la farmacia y despues al bar (que cerraba a las 14:00) y eran las 13:15. Le pregunté a Ana (que regentaba el bar) si podía hacerme un bocadillo y una ensalada, y a regañadientes accedió a lo primero pero no a lo segundo. Le pedí otro bocadillo para llevar, y me dijo que le quedaba pan, antes de hacermelo. Llevaba 36 horas a base de frutos secos y fruta desecada.

La única señora que estaba en el bar cuando llegué, salió enseguida. Quince minutos después apareció en el bar con una bolsa que me ofreció; 4 tomates, 2 manzanas, 1 pera y 1 ciruela, todo de su campo. Deboré los tomates a bocados (como si fuesen manzanas), menos uno que estaba verde, me comí el bocata con buenas ganas y después las 4 piezas de fruta para no llevar peso extra camino de la pechada ascendente que me esperaba, y de paso ingerir vitaminas y líquido.

Mi próximo destino caía muy lejos y pregunté por la fuente del refugio de Bardés si tenía agua. El refugio era otro de los puntos donde podía pernoctar. Me confirmaron refugio abierto y fuente con agua, por lo que cargué la bolsa de agua a media carga. Tenía que subir +600 mts de desnivel en apenas 6 kms hasta el Collado Bardés (la frontera entre Comunidad Valenciana y Aragón), y recien comido.

Comencé a ascender satisfecho por la comida y la ingesta de frutas, de la hospitalidad de la mujer. Primero por pista y luego por una tortuosa senda culebrera hasta llegar al Corral de Potecas (donde perdí las señales del GR-10). La cosa no estaba para bromas ya que el GR-7 y el GR-10 se separaban en esa zona, y tuve que hechar mano por primera vez del mapa, aproveché la parada para plantar un pino y subí hasta el Refugio. Corral de Potecas

Llené la bolsa de agua a plena carga pese a lo que aún me faltaba por ascender, y tomé un par de fotos, una de las vistas (con Andilla al fondo) y otra del interior del refugio. Era pronto para desperdiciar la tarde allí, así que decidí irme a La Cervera (ya en Teruel).

Refugio de Bardés

Vistas desde el refugio

Paso a paso, respiración a respiración, alcancé el Collado Bardés donde me deleité con las vistas y con el hecho de saber que dejaba Valencia atrás en el tercer día de expedición. Dejé una seña en el buzón que tiene la Generalitat Valenciana, con el motivo de mi viaje, y comencé a descender unos 3 kms por un paisaje sin una sola planta.

Buzón sugerencias Valencia-Teruel

De golpe y porrazo empezaron a aparecer árboles y árboles, y me adentré en un bosque blanco donde no entraba un rayo de sol por ningún sitio. Fue completamente fascinante caminar por esa zona, siempre en descenso, y con ese bosque tan limpio y bien cuidado.

Chabarriga

Finalmente llegué a La Cervera. Mi sueño era siempre encontrar algún alojamiento, y en su defecto algún bar donde poder cenar y tomarme una cerveza. Bueno pues La Cervera era una aldea completamente abandonada y derruida donde no había un alma ni entonces, ni desde hacía varios años.

La Cervera

Había divisado pezuñas de jabalí por los barrizales por los que andaba, por lo que decidí pernoctar allí antes que cayese la noche. De un bidón de agua llené la ducha portátil, y en cueritos me duché allí mismo al aire libre viendo el paisaje tan pintoresco que me ofrecía la aldea, luego lavé la ropa y busqué alguna casa donde pernoctar. Planté la tienda dentro y la bloqueé con un palé para evitar la presencia de animales nocturnos. Me cené el bocata y la manzana que me quedaba y pasé mi primera noche de tienda.

Casa donde pasé la noche

Etapa 4. La Cervera – Arcos de las Salinas.

Después de haber recogido la tienda y el resto de materiales, desayuné 4 barritas energéticas y me puse en marcha hacia Abejuela, deseando encontrar algun bar o tienda donde poder adquirir alimentos.

Cogí una senda muy bonita y pude divisar un corzo. Empezó a llover suavemente y el tiempo amenazaba con caer una fuerte tormenta con el arco iris de fondo, precioso vamos.

Deseando que la tormenta girase (tal como por suerte sucedió), llegué a Abejuela, llené la bolsa de agua hasta arriba, y por fin encontré un bar abierto.

Abejuela

Almorcé un buen bocata de tortilla de patatas recien hecha, una ensalada de tomate y un café, y de nuevo fui previsor y encargué otro bocata para llevar. Aproveché para cargar el móvil.

Salí de Abejuela sabiendo que tenía por delante una ruta muy larga. Bebí agua en la fuente de los pocicos y entré en una de las sendas mas bonitas de la travesía, que transcurría por dentro de la Rambleta de Abejuela. Deseaba correr en esa zona, perfecta para un Trail.

Llegué al Viso, giro a izquierda y empecé a ascender hasta el Collado Rodríguez. Estaba lleno de molinos de aire, hice una breve parada para ingerir un gel y unos dátiles y salinizar el agua con una pastilla. 

A partir de ahí entré en una pista de tierra. A la izquierda de la pista era Valencia, a la derecha Teruel, y allá al fondo a lo lejos muy pequeñito, se veía el Observatorio astronómico de Javalambre en lo alto de la cima. Disfruté del paisaje sabiendo que al día siguiente estaría allí arriba.

En el Alto del Viso paré a descansar y comerme el bocata que llevaba y unos frutos secos. Divisaba a lo lejos varios pueblos, y descubrí Titaguas por el monte norte que lo rodeaba, donde estuve organizando unos años antes, una prueba de orientación. Me dió un subidón de moral.

Me recreé un rato disfrutando del terreno de la prueba, y de que iba a pasar muy cerquita del mapa.

Llegué al collado navajo, giro de 90° a la derecha, y descenso sinuoso por dentro del bosque hacia Arcos de las Salinas donde esperaba encontrar alojamiento por fin.

Arcos de las Salinas

Fue decepcionante descubrir que tanto el hotel como el bar del pueblo, estaban cerrados. Me mandaron a una tienda y una carnicería en el barrio bajo del pueblo. No había otra cosa. Al llegar, cerradas.

Me senté en un banco pensando donde pasar la noche, y oteando los mapas. Pasada casi una hora vino la dueña de la carnicería, le compré una longaniza de Aragón y un chorizo seco, y de ahí me fui a la tienda donde compré lo poco que le quedaba a la mujer, 4 peras y 1 tomate, y un paquete de 6 madalenas caseras para desayunar al día siguiente.

Despues de 4 días sin probar carne, deboré el chorizo y la longaniza a bocados, el tomate a bocados y luego las 4 peras corrieron la misma suerte, así me quité peso para lo que me esperaba al día siguiente.

Acampé junto a un arroyuelo, donde me aconsejaron. Había un lavadero de esos antiguos, me duché con la portátil, lavé toda la ropa que pude en el lavadero y monté la tienda allí mismo. Fue la mejor noche de tienda.

Área de descanso Arcos.

Etapa 5 GR-10. Arcos de las Salinas – Camarena de la Sierra.

Desayuné 4 madalenas y reservé 2 para el día siguiente. Después de varios días desayunando barritas, las madalenas me supusieron un manjar.

Empecé a remontar por el río Arcos por una senda maravillosa y fresca, junto al río, espectacular, vamos. Tenía por delante la jornada mas dura de toda la travesía. Atravesar la Sierra de Javalambre de Sur a Norte coronando el Pico de Javalambre a 2.039 mts de altitud, una pechada de +900 mts de desnivel y 5 horas de ascenso sin descanso.

Llegué a la cascada de Arcos, donde finalizaba la senda, y tuve que meterme en el asfalto de la carretera, hasta alcanzar el nacimiento del río.

Cascada del Río Arcos.

Estaban marcados los kms y el desnivel medio en la carretera. 9’3 %, 8 %, 9’8 %, 10’2 %… y así fuí subiendo paso a paso por la carretera a pleno sol, mientras algunos ciclistas me adelantaban. Todo el asfalto lleno de pintadas de ánimo a ciclistas y yo subiendo con los palitos y 20 kgs de peso en la espalda, andando.

Alcancé el nacimiento, giro a derechas y en 1 km más o menos, por fin cogí senda. (Los palos de trekking los llevaba con pincho, los tacos se quedaron en Valencia, no pensé que el GR-10 tocase asfalto. Los pinchos por asfalto son torturantes.)

La senda era un despropósito completo. Con un desnivel brutal, tienen clavadas maderas para que los desprendimientos permitan almacenar algo de piedra suelta y andar por ellas sin resbalar.

Gr-10 a su paso por la Sierra de Javalambre

Cuando alcanzaba la cima de una montaña, aparecía detrás una más alta, y así poco a poco y paso a paso, fuí subiendo.

De repente en una vaguada que se abría en dos, desaparecieron las marcas lo que me creó gran confusión. Remonté primero una y luego la otra, y no encontré ni señales, ni aspas.

La intuición me hizo pensar que la senda invisible igual subía por la ladera de la montaña, remonté hasta un árbol que ví y allí estaba la marca.

Luego otra vez al «barranco del hombre», y entonces llegué a un cartel señalizador, que marcaba giro a izquierda, donde había un rebaño enorme de borregos, sin pastor. Dos cabras se encargaban de proteger el rebaño sin dejar que me acercase. Como estaban en mitad de mi camino, aproveché para descansar y comer pipas peladas y un buen trozo de turrón de almendra, a ver si se iban. Ni de coña.

Finalmente, tuve que dar un rodeo, oteé una marca del GR a lo lejos y llegué hasta allí.

Seguí ascendiendo ya en las entrañas de la Sierra. El paisaje era bonito pero desolador, la zona totalmente desertizada por las duras condiciones climatológicas, eran dunas y dunas todas iguales, sin una sola sombra, ideal quizá para hacer un Rogaine. Pero la dosificación de agua y la inexistencia de fuentes, me obligaron a ir con pies de plomo sin desviarme un metro del GR.

Sierra de Javalambre

Poco antes de la cima, aparecía el desvío hacia Camarena. Despues de 5 horas de ascenso, decidí desviarme 1 km hasta el mismo pico de Javalambre, para tomar una foto y recordar el mismo punto en el que un año antes, había estado con Vicente, preparando el mundial de Rogaine.

7,2 kms de descenso sin descanso y unas 3 horas y media, me separaban de Camarena de la Sierra.

Salir de las cimas de Javalambre no fue fácil. La senda y las marcas desaparecieron. Habían puesto montoncitos de piedras, para marcar la ruta del GR.

En un momento dado antes de cruzar las pistas de esquí, la senda desaparecía por completo, y aparecía una senda marcada con palitos de madera pero sin marcas (la famosa perimetral). Tuve suerte de conocer el marcaje de la perimetral del año anterior, sabía que desembocaba en el GR-10, seguí los palitos, y abajo del todo divisé una de las inconfundibles marcas del GR, por lo que me incorporé de nuevo a la senda.

Sabía que había una poza y una fuente a unos 2 kms. La poza la encontré sin mayor dilación, me desprendí de toda la ropa, me puse las minimalistas y me metí.

Uno de los pies se me enganchó en el fango del suelo, al sacar el pie rompí el cordon de la zapatilla y tuve que hacer una ñapa para recuperar la zapatilla.

Me sequé y me vestí dispuesto a buscar la fuente. Tras casi 20 minutos peinando la zona, desistí, no fuí capaz de encontrarla y no me quedaba agua.

Entonces se me despegó por completo la suela de la zapatilla de trail. ¿Cómo puede ser? En menos de media hora, dos de los tres pares de zapatillas estaban rotas. Entonces me alegré del peso extra del tercer par que llevaba en la mochila, en base a una buena previsión que hice antes de iniciar el viaje por si pillaba lluvia o reventaba calzado. Hice otra ñapa cortando el cordón y atándolo por la parte de delante para la suela. Me aguantó 50 kms más así.

Decidí remontar el agua de la poza hasta su nacimiento, pues sabía que en el GR no había cruzado agua por ningún sitio y el nacimiento no debía andar lejos. En unos 15 minutos encontré el manantial, llené la bolsa de agua y me sacié a beber agua bien fresca. Pensé que estaba en el nacimiento del Río Camarena, pero se trataba de un afluente.

Bajé alegre y satisfecho sabiendo que esa noche dormiría por fin en cama, en Arcos me habían dicho que en Camarena habían múltiples opciones de alojamiento.

Después de volver a salirme y posteriormente encontrarme con la señalización del GR, llegué a Camarena dispuesto a comer algo decente en alguno de los bares. El primero estaba cerrado, en el segundo no tenían cocina. Una detrás de otra.

Camarena de la Sierra

Emepecé a buscar alojamiento empezando por el albergue (cerrado por Covid), una casa, y otra, y otra, y otra… todas las casas rurales cerradas por Covid, solo había un hotel abierto (105€ la noche).

En la única tienda que había en el pueblo compré un guisado de ternera preparado y unos plátanos verdes. El guisado con guisantitos, patata y zanahoria lo deboré con ganas después de la dura jornada del día.

Abatido y decepcionado decidí montar tienda a las afueras del pueblo junto a un merendero. Ducha, lavada de ropa y montaje de tienda. Dejé que cayese la oscuridad de la noche y me bajé al bar dispuesto a beber cerveza. Tres tercios, unas bravas y a cargar el móvil.

Serían las 23:00 de la noche. Llevaba dos horas dormido, noche cerrada, un perro llamado nieves llegó ladrando a toda velocidad a mi tienda, el tiempo justo de despertarme y levantar la cabeza evitó que me mordiese la cara ensañándose conmigo a través de la tela de la tienda. Increíble, lo habían sacado sus dueños a pasear, suelto y sin bozal. Susto de muerte.

– «Hay, es que no habíamos visto la tienda», esa fue la respuesta de los dueños.

Etapa 6 GR-10. Camarena de la Sierra – Rubiales.

Desayuné las dos madalenas que había reservado el día anterior. Tuve mucho tiento en salir bien de la población ya que en Camarena se unen el GR-8 y el GR-10, compartiendo un tramo.

Me dejé caer por la parte norte y nada más encarar correctamente el GR-10, desaparecieron las marcas que ya no volvieron a aparecer hasta la población de Villel.

Tuve por tanto que echar mano del mapa. La primera senda de unos 3,5 kms hasta Mas del Navarrete me pareció realmente espectacular, por dentro del bosque y paralelo al río Camarena. Muy, pero que muy bonita.

Toda vez la senda falleció en la carretera, me limité a andar por ella buscando en todo momento alguna senda o camino que me retornase al GR, sin éxito.

Así llegué a Valacloche con la intención (de nuevo fracasada) de encontrar algun bar abierto donde almorzar. Andando por asfalto con los palos de trekking sin el taco de goma.

Valacloche

Lo mismo me sucedió en la población siguiente, Cascante del Río, venía anunciado un bar restaurante antes de subir los no sé cuantos metros de desnivel hasta el pueblo. Cerrado por covid-19. Resignado y acostumbrado ya a ese tipo de contratiempos, acudí a la iglesia (donde había una fuente) a llenar la bolsa de agua, y aproveché para almorzar lo que me quedaba de longaniza y frutos secos de nuevo.

Antes de salir pregunté en la población acerca del GR entre Cascante y Villel (mi próximo destino) me aconsejaron olvidarme del tema y bajar paralelo al río por un camino de tierra.

Estaba hasta al gorro de andar por carretera y no estuve dispuesto a renunciar a mi objetivo (patear el GR-10), así es que desatendí los consejos, memoricé el tramo de mapa hasta Villel, y me lancé obstinado a andar por encima del GR-10, deseando nuevamente encontrar algo abierto en Villel.

No habían pasado más de 30 minutos, y más o menos todo me cuadraba con lo que había memorizado, pero entonces empecé a subir y subir una cuesta muy pronunciada que después hizo un giro a la izquierda. Ensimismado en mis propios pensamientos, cuando me dí cuenta de la burrada de desnivel que había ascendido, descubrí que me había salido de la ruta.

Saqué el mapa, verifiqué el error y tuve que desandar unos 15′ hasta pillar el GR de nuevo. Apenas habían pasado otros 15′ la senda se habría en dos, pero en el mapa solo aparecía una. Cogí la de la derecha y por la Ley de Murphy esa era la incorrecta, al cabo de 10′ no tenía salida por ningún sitio. A desandar de nuevo.

Malhumorado retrocedí de nuevo a coger la otra senda maldiciendo no haberle hecho caso a la mujer de Cascante. En otros 10′ andando esa senda se difuminó también. Bingo, vamos mejorando.

No dispuesto a retroceder hasta el pueblo, aproveché mis dotes de orientador, cogí y el mapa, y leyendo minuciosamente las curvas de nivel, me lancé a caminar campo a través a pelo por la ladera de la montaña.

Al cabo de unos 30′ me topé con una señal muy borrada del GR sobre un pedrusco, lo que me subió la moral sabiendo que a pelo campo a través estaba andando por encima de la ruta, y así estuve, hasta llegar a Villel.

Villel

Nada más entrar en Villel (eran las 14:00), me topé con una farmacia abierta. Pregunté y la chica me dijo que mas adelante había una fonda donde se comía muy bien.

Por fin. Primer plato: guisantes con jamón, de segundo secreto, de postre crema de yogurt y luego un café. Eso fue lo que comí. El agua de la botella que me había sobrado, la aproveché para rellenar la bolsa de agua.

Salí a las 15:00 contento y satisfecho, no tanto por la deliciosa comida, como porque el GR volvía a estar bien señalizado hasta Rubiales, a unos 14 kms de distancia. Y de nuevo se cruzaban el GR-8 y el GR-10, por lo que extremé las precauciones al salir de la población.

En la fonda me dijeron, que a unos 4 kms el GR-10 se abría en 2 variantes hasta Rubiales (la antigua que iba por arriba de las montañas, y la nueva al sur, que se introducía en el Barranco o desfiladero del Tranco, siendo ésta mucho más bonita).

Decidí entrar por la sur. El tiempo estaba encapotado con amenaza real de lluvia, y aemet daba lluvias y tormentas entre la tarde y la noche en toda la zona.

Apenas entré en el barranco me encontré un matrimonio con su hija, lo que me llenó de satisfacción por poder entablar conversación con alguien, y asombro por encontrármelos en esa zona tan alejada de la población sin medios de ningun tipo.

Tras dejarlos y desearles suerte, me introduje en el desfiladero.

Al cabo de unos 500 mts y cuando la mochila me iba rozando con las paredes interminables de roca, por la estrechez del desfiladero, me percaté del gravísimo error que había cometido.

Me había metido en una trampa mortal. Un desfiladero que en caso de avalancha de agua, me llevaría inexorablemente al cementerio, y donde me encontraba el tiempo era grisáceo y amenazaba lluvia, pero iba remontando el barranco y podía estar lloviendo por arriba.

Fueron los peores momentos de toda la travesía. Empecé a ascender a escape para salir cuanto antes de allí, pese a las dificultades de algunos tramos, perdiéndome el sabor de disfrutar de un entorno tan bonito y maravilloso. Tramos por escaleras para salvar el brutal desnivel, tuve que encoger los palos y atarlos a la mochila para dejarme las manos libres.

Al cabo del rato el desfiladero finalizó, y entré en una profunda vaguada con paredes verticales a los lados, donde ya tenía escapatorias en caso de avalancha de agua.

Me encontraba en el epicentro del trayecto, a medio camino entre Villel y Rubiales (donde me habían confirmado que había un bar que hacía unos bocatas buenísimos). 

La zona era completamente boscosa y bonita. Solo debía preocuparme por la presencia de jabalíes con la que toparme (aunque no había visto marcas), ante la imposibilidad de salir por los laterales de la vaguada. Como únicas armas de defensa llevaba un machete en la mochila bien escondido, y los palos de trekking con punta.

Marca Gr-10

Divisé un corral abandonado pero con techo, que traté de ubicar en el mapa, por si algún imprevisto me obligaba a pasar la noche allí dentro. Al cabo de unos kms, la vaguada se abría en dos y el GR ascendía por el espolón central durante algunos kms, hasta llegar a una zona paradisíaca para los que practicamos deporte de orientación. Estaba en el santísimo paraíso de la orientación, y aquello sin cartografiar.

Divisé un cartel que anunciaba la proximidad de Rubiales, ya en descenso.

Nada más llegar al pueblo, busqué un lugar donde plantar la tienda (era evidente que allí no había donde alojarse), pregunte por el alcalde y por el bar, al único anciano que encontré en la aldea. El primero estaba en Teruel, el segundo cerrado por la Covid. Iba de bingo en bingo.

El hombre me envió a la única zona del pueblo donde existía un porche en la que montar la tienda al resguardo de la lluvia. La ermita del cementerio.

Cargué la botella del agua y la ducha portátil, y subí a la ermita a pasar mi primera noche junto a un cementerio. Que exótico.

Me duché, lavé la ropa, planté la tienda y cené lo que me quedaba del chorizo de Arcos, y habas saladas. Dormí placidamente escuchando al resguardo del porche, la lluvia caer durante casi toda la noche.

Ducha portátil en Rubiales

Etapa 7 GR-10. Rubiales – Albarracin.

Por primera vez desde mi salida de Puzol, empecé a tener serios problemas con la escasez de comida, por lo que tuve que racionar el desayuno (2 barritas y un trozo de turrón).

Había estado toda la noche lloviendo, y había seria amenaza de lluvia durante toda la jornada. La bifurcación entre el GR-10 (por el norte) y el GR-10.1 (por el sur) me lo marcaba el mapa justo por debajo de la ermita.

El 10.1 estaba perfectamente señalizado, el 10 sin señalizar, lo que me planteó serios problemas de avance bajo la fina lluvia, y echar mano del mapa evitando que se mojase.

Dejó de llover enseguida, y con la inestimable ayuda del mapa, conseguí llegar a Bezas por encima del GR-10, por unos bosques y paisajes maravillosos, incluida la lagunilla de Bezas.

Lagunilla de Bezas al fondo.

Lo de Bezas fue de juzgado de guardia. Divisé una población enorme en la que con toda seguridad debían haber tiendas, panadería y algún bar.

El pueblo mas fantasmagórico que he visto jamás, lo pateé de norte a sur y de este a oeste sin encontrar una sola alma por la calle a quien preguntar por alguna tienda.

Bezas, Sierra de Albarracin region, Teruel.

Al cabo de media hora encontré la panadería (evidentemente cerrada), y a un coche que divisé, le hice el alto para preguntar. En el pueblo vivían 15 habitantes, y el panadero vendía el pan en Teruel. Me envío a un bar de carretera, donde dí buena cuenta de un bocata buenísimo y otro para llevar, tras escasez de reservas que llevaba. El pan espectacular.

Eran las 12:00 y tenía por delante 20 kms de solitario GR por interior de bosque, hasta llegar a Albarracin.

En éste caso decidí salir por el GR-10 antiguo, hacia la mina (pues había una variante nueva de unos 6 kms).

La ruta era un devenir constante de subidas y bajadas por sendas, por el interior de bosques frondosos blancos, y mucha zona rocosa (tipo mapa Tormón). Espectacular.

Decidí desviarme del GR un par de kms para asomarme al mirador del Alto del Puerto, lo que sin duda fue un acierto. Vistas espectaculares.

Tras haber sorteado sorprendentemente la lluvia durante todo el día, comenzó a llover a 8,6 kms de Albarracin (a unas 3 horas de ruta). Llevaba el cortavientos y la mochila bien protegida, por lo que solo pude disfrutar del agua dejándola resbalar por mis piernas.

Tras superar los maravillosos montes de pinar limpio, el GR aparece en la carretera que lleva a la población, sin embargo se desvía a la derecha del asfalto, donde se diluye antes de llegar a unos merenderos.

En ese devenir, el GR llega hasta las pinturas rupestres de Doña Clotilde, sin necesidad de desvío.

Pinturas rupestres de Doña Clotilde

Tras pasar los merenderos, comienza un sinuoso descenso a través de una senda que atraviesa un bosque de lo más pintoresco, cargado de humedad, donde pude divisar 2 parejas de corzos y varias ardillas.

Lo primero que ví nada más entrar en Albarracin desde el GR, fue un cartel que anunciaba la presencia de un camping. Por dios, no me lo podía creer.

Subí decidido los casi 3 kms hasta allí, alquilé parcela (no se creían que había llegado hasta allí andando desde Valencia por todas las sierras) planté la tienda con toma de luz para recargar el móvil, ducha de agua caliente, ropa lavada en pila, y lo mejor: unas bravas, unas rabas y tres tercios en el bar, viendo caer el aguacero desde la ventana, y saliendo medio mareado de allí.

Etapa 8 GR-10. Albarracin – Bronchales.

Me desperté y fui directo a darme una ducha de agua bien caliente para tonificar la musculatura y activar el riego sanguíneo, especialmente en mi zona dorsal (que llevaba destrozada y a base de paracetamoles).

Desde el café con leche que me ofreció Elena en Gátova, no había vuelto a tomar otro, asi que fui al bar y lo acompañé con una exquisita napolitana de chocolate.

La mañana del día anterior me había planteado abandonar la ruta en Rubiales tras la predicción meteorológica y la falta de comida, y ahora me encontraba exuberante y a tope de energía. El camping me dió vida, mucha vida, no social pero si psicológica y física.

Salí hacia Monterde de Albarracin por una senda bien señalizada que transitaba entre campos interminables de carrascas, despues de haber andado varios kms por una pista de tierra con muchos toboganes, atractiva dentro de lo que puede ser andar por pista.

A unos 3 kms pasé una experiencia desagradable. El GR pasaba por la puerta de un inmenso corral de borregos, antes de adentrarse en las carrascas. Los perros guardianes del rebaño estaban sueltos y sin bozal y se me echaron encima ladrando. El mas grande, un mastin, con claras intenciones de morderme, me siguió casi 200 metros.

Con los palos de trekking mantenía la distancia con el perro, dispuesto a atizarle un buen golpe en la cabeza con el palo derecho mientras lo mantenía a distancia con el izquierdo. En un momento dado llegó a morder el palo. Estuve maldiciendo a su dueño durante un buen trecho.

Finalmente llegué a Monterde a buena hora, entre sol, nubes y chiriviri. Al entrar en el unico bar que había, pedí algo para comer y el dueño me dijo que ahí no se cocinaba, era para beber. Bingo de nuevo, una tras otra. Resignado, salí de allí a la plaza, llené la garrafa de agua y me comí el bocata de reserva que llevaba de Bezas, y un plátano, en la puerta del bar. Surrealismo?, ambigüedad?, no sé como clasificarlo.

Monterde de Albarracin

Después de tomarme un café y memorizar más o menos la ruta, según el mapa, salí decidido a llevar a cabo el primer ascenso. 

Sabía que el GR ascendía por dentro de una vaguada unos kms y luego hacía un giro de 90° a la derecha separándose del PR-TE 4.

Nada mas entrar en la vaguada desaparecieron las marcas y la senda. Por la vaguada era imposible andar, y ésta se abría en tres ramales. A tirar de mapa otra vez.

No me cuadraba absolutamente nada, por lo que deduje que nuevamente habían deviado el GR por otra variante. Tras varios minutos de completo desconcierto, a lo lejos en mitad de un espolón divise un poste con las marcas, lo que confirmó mi teoría. 

Arriba, entré en un páramo desolado sin apenas vegetación similar a la sierra de jabalambre, llamado «la muela». Pasé por la cueva del hierro y entonces 1 km después se lió parda. 

De repente apareció un bosque muy frondoso y cargado de vegetación, justo en un momento que encontré un aspa del GR que indicaba que iba mal.

Retrocedí y encontré en un árbol una marca que indicaba giro de 90° a la derecha, pero no había senda, era entrar en un oscuro y siniestro bosque a tocateja.

Me metí a pelo y unos metros abajo encontré lo que parecía una senda poco visible. Empecé a bajar y bajar buscando alguna marca y nada. A subir lo desandado y otra vez a la marca.

Peiné la zona buscando alguna senda y nada. Decidí cruzar el aspa del GR, entrar en el PR-TE 4 y buscar alguna marca o bifurcación a derechas, nada de nada. A retroceder otra vez.

Miré la hora, las 15:00. Iba bien de tiempo y estaba a unos 7 kms de Bronchales, por lo que decidí mantener la calma. Me descolgué la mochila y estudié minuciosamente el mapa tratando de relocalizar dónde me encontraba. El mapa era a 1:40.000

Cuando definitivamente desistí tratando de localizar con la vista la vaguada del GR antiguo, que no divisaba, no me quedó otra que hechar mano de la brújula por primera vez en el viaje. Estaba perdido en mitad de la nada.

Grabé en la brújula la dirección a  Bronchales, me armé de paciencia, y salí dispuesto a patearme los 7 kms que quedaban campo a través a pelo, por dentro del bosque sin ningún tipo de referencia.

«Ya toparé con alguna pista en algún momento» pensé.

Me dejé caer de nuevo por la misma zona que al principio, y entonces zasca! me veo en el suelo un trozo de corteza de árbol con una muy difuminada pintura roja. La recojo del suelo y observo que había sido arrancada de un pino, del mismo tamaño que las señales del GR.

Algún HdP se había dedicado a arrancar todas las marcas del GR de las cortezas de los pinos. Fui siguiendo los cortes en los pinos como quien sigue al flautista de Amelín, y entonces divisé a lo lejos una marca totalmente visible, y otra, y otra, así hasta Bronchales.

El bosque era tan tupido y espeso que acojonaba ir por esa sendita. Puse mi sentido auditivo en modo alarma, ante cualquier posible ruido de algún animal. Sabía de la presencia de al menos un jabalí de tamaño mediano en esa zona porque había visto pezuñas en un charco de barro.

Finalmente salí a una zona protegida muy bonita, con bosques espectaculares escuchando incesantemente el berrear de muchos ciervos. Otro de los momentazos de la travesía.

Satisfecho de haber salvado con éxito la tarde me faltó encontrarme con un rebaño enorme de ovejas.

No sé quien de los dos tenía mas necesidad de hablar con quien y de romper la soledad del día, si él o yo.

El caso es que nos vimos a mucha distancia, nos saludamos, y como si de un imán se tratase, nos acercamos inexorablemente a entablar conversación. Hablo del pastor del rebaño.

El mejor placer de toda la jornada, sin duda. Hablar sin prisa y sin temas definidos con una persona igual de solitaria que tú (él acompañado de animales), a kms de la población más cercana, sin otra cosa que hacer que disfrutar de un momento compartido con una persona a la que no conoces. He aprendido mucho en este viaje.

Nos despedimos y entré en una preciosa senda por el interior del bosque y en ascenso. Llegué a la cima y observé al pastor y su rebaño allá abajo, a lo lejos. 

Entré en Bronchales y lo que mismo que el día anterior, lo primero que ví fue el cartel de un camping. Aunque esta vez la pechada que me pegué ascendiendo fue considerable y larga.

Valió la pena el ascenso, monté tienda, ducha caliente y al salir me veo a tres chavales cicloturistas bien equipados montando tiendas junto a la mía, dispuesto a pasar un buen rato con ellos, enseguida me dispuse a entablar conversación. Venían desde Teruel en bici.

Camping Bronchales

No hubo filling en este caso, se mostraron muy secos y decidí irme al bar a cenar sólo, lo que sin duda fue un acierto.

Disponía de 1 hora para cenar 19:30 a 20:30, ya que lo tenían todo reservado.

Puse el móvil a cargar, entablé una conversación muy fluida con la camarera y posteriormente con el cocinero. (Desde mi paso por ACTIO no había dado con un cocinero tan meticuloso y bueno en lo suyo, me acordé de Miguel y la boireta). Entendí porque estaba todo reservado.

Tres estrellas, unas bravas y unas deliciosas alitas al jengibre, me hicieron sentirme en la gloria, dispuesto a afrontar la noche mas fría de toda la travesía.

Última etapa GR-10. Bronchales – Orihuela del Tremedal.

Me despertaron los cicloturistas a las 7:30. A las 8:00 decidí salir del saco, desayuné las barritas y el turrón que me quedaba, lo recogí todo, me colgué la mochila, y los cicloturistas aún tenían para media hora, me despedí de ellos y comencé el descenso hasta el pueblo.

Bronchales

Al llegar a la plaza del pueblo a cargar la bolsa de agua me encontré allí con la camarera del camping. Nos dimos un saludo de despedida y emprendí la que iba a ser la mejor y mas espectacular ruta de toda la travesía.

El GR iba paralelo a la carretera por una pista de tierra y todo el rato de bajada. Un coñazo, vamos. Pero sorpresa!, había nueva variante del GR-10 con señalización impecable por dentro de las montañas, frondosos bosques propios de centroeuropa.

Me pasó un grupo de ciclistas y descubrí que eran de Paiporta, entablé algo de conversación con ellos, iba muy contento y motivado, liando a todo el que podía para poder hablar con alguien. Así de dura era la soledad del viaje.

Me vino luego la nostalgia, sabiendo que se acababa el que ya se había convertido en el mejor viaje y la mejor experiencia de toda mi vida.

Sólo, con mi mochila, mis palos de trekking y las montañas y bosques como fieles compañeros de viaje. No se puede pedir más.

Pinares de Orihuela del Tremedal

Venían a recogerme mis padres a Orihuela del Tremedal donde di buena cuenta de unos huevos fritos con beacon y queso en el bar de la plaza, maldiciendo no disponer de 3 semanas más de vacaciones, para seguir el GR-10 hasta su final (Lisboa).

Orihuela del Tremedal

 

FIN del VIAJE por el GR-10.

Este viaje supone un punto de inflexión muy importante en mi vida. Ha sido la primera vez que he practicado senderismo, y lo he hecho a lo grande y en solitario.

He pasado horas y horas diarias de meditación y soledad extrema por el GR-10, una senda que te obliga a utilizar los cinco sentidos si quieres disfrutarla al 100 %.

He tenido tiempo suficiente para meditar qué personas merecen mi tiempo y cuáles no.

Me embauqué en ésta expedición para combatir metro a metro y paso a paso, el dolor de la traición mas miserable que se puede sufrir. Y lo he conseguido.

La expedición por el GR-10 marca un antes y un después en mi vida.

Un punto de inflexión irreversible, que me ha dado mucha seguridad y confianza en mí mismo.

Alberto J. G. Calado

Deja un comentario